domingo, 19 de junio de 2011

Capítulo 42

Sin saber muy bien como, conseguí encontrar una parada de metro y pude volver a casa. Dentro de mi cabeza una pequeña Raquel bailaba y reía sin parar, lo que hizo que sonriera.

Siempre tuve la sensación de que la gente me miraba raro cuando iba en el autobús o en metro. La música me hacía sonreír, la vida en general.

Cuando llegue a casa vi el coche de Danny aparcado en la puerta, aunque él no estaba dentro.

Entré rápidamente, llamé al ascensor aunque no me quedé esperándole, no podía esperar. Subí corriendo las escaleras, imaginando que Danny estaría esperándome en la puerta. Pero no había rastro de él. Donde se habría metido.
Abrí la puerta algo más tranquila y entré en casa. Cuando le vi sentado en el sofá sonreí y salí corriendo a abrazarle. No le di tiempo a que dijera nada. Le besé con fuerza, con pasión.

Él me cogió por la cintura y me tumbó en el sofá mientras continuaba besándome. Busqué su cintura, su pantalón y empecé a desabrocharlo. De repente una bombilla se encendió en mi cerebro. Él seguía besándome pero notó que yo había parado y se detuvo.

  • ¿Qué pasa? – preguntó sin apenas separarse de mí.
  • ¿Cómo has entrado?
  • Con la llave que me dio Dougie esta mañana.
  • ¿Y por qué tenía Dougie llave de mi casa?
  • Me la robo para sacarte de tu cama.
  • Es verdad, no caí yo el otro día en como entró Dougie. Que cabrón. Pero aun así, yo no te he dado ninguna llave.
  • Es la de Joe.
  • Pues muy mal. Cuando me quede sin mis llaves y no pueda entrar en mi casa verás.
  • Pues me las pides a mí.
  • ¿Y si estás de gira?
  • Pues te doy una copia de la de mi casa.
  • No tiene lógica. ¿Y cómo cojo la de tu casa sino puedo entrar en la mía? Tienes que devolvérsela a Joe.
  • ¿Esto no es por qué no quieres que tenga tu llave? – preguntó algo molesto.
  • Danny, mírame, no tengo ningún problema en que tengas la llave de mi piso. Pero esa la debe tener Joe, por si tengo algún problema con la mía.
  • Me miraba a los ojos pero no estaba nada convencido de mis palabras.
  • No me crees. – afirmé.
  • Sí.
  • Tus ojos dicen lo contrario. No lo hagas.
  • ¿El qué?
  • Desconfiar de mí. Te prometo que tendrás una copia antes de que termine la semana.
  • No te sientas obligada a ello. Si no quieres lo entiendo.
  • No lo entiendes, pero vamos que de verdad me da igual. Solo quiero que Joe tenga una copia.
  • Pues vas a tener que devolvérsela tú.
  • No hay problema, pero creo que tenemos tú y yo un tema más importante que tratar ahora mismo.
  • ¿Qué? ¿Qué tema? – dijo asustado y apartándose de mí.
  • Te acabas de asustar. – dije riendo.
  • Claro. Me das miedo tú y tus temas a tratar.
  • El único tema que quiero tratar contigo en este momento es este. – dije mientras le agarraba de la camiseta y le acercaba a mí. Rompiendo la poca distancia que quedaba entre nosotros.

Le besé, con las mismas ganas que cuando entré en casa. Pero con una necesidad, le necesitaba a mi lado, necesitaba sus besos, sus caricias.

Se paró unos segundos, me miró y me sonrió.

Su sonrisa transmitía felicidad y paz. Como si al fin fuera suya por encima de cualquier cosa.

Me hizo sonreír a mí también. Su mano recorrió mi mejilla y me estremecí. Danny lo notó y rió en silencio. Me besó lentamente, suavemente. Disfrutando del momento, saboreando de ello como si fuera el primero. Como si estuviera haciendo una foto para la posteridad.

Paró y volvió a mirarme. Parecía un niño descubriendo sensaciones nuevas. No quise moverme, tenía miedo de romper ese momento, su momento. Vi algo en sus ojos, algo que hizo que me estremeciera, como si después de esa noche no hubiera marcha atrás. Como si estuviéramos ante el comienzo de nuestra historia de amor, aunque no fuera verdad.

Saboreamos cada sentimiento, de cada caricia, de cada suspiro. Disfrutando de todas esas pequeñas cosas que muchas veces no te das cuenta porque te dejas llevar por el deseo del momento. Por esa necesidad por el aliento acalorado del otro. Esta vez nos paramos en cada sonrisa cómplice, en cada beso cargado de electricidad. Reteniendo segundo a segundo en nuestra memoria el momento.

Cuando terminamos, una sonrisa se asentó en mi cara. Estuvimos 10 minutos sin movernos. Solamente abrazados, entrelazados.

  • Tengo hambre y quiero ir a bailar. – dije cuando conseguí articular palabra.
  • ¿Quieres ir a bailar? – preguntó sorprendido.
  • Sí, me apetece bailar.
  • ¿Sabes que es martes?
  • Si, ¿y que pasa los martes está prohibido hacerlo? En España se puede ir a bailar siempre que se quiera.
  • Creo que en Londres también. Yo no soy de aquí pero nunca me han dicho nada.
  • A pues entonces perfecto vamos a bailar.
  • ¿Al bar de Joe? – preguntó divertido.
  • AL BAR DE JOE A BAILAR. Tú estás fatal. No, a una discoteca. A esa a la que nos invitaste a Mery y a mí. Esa tan exclusiva.
  • Al final salimos en las revistas la semana que viene.
  • Oye, no me fastidies la noche con preocupaciones. Si tenemos que salir saldremos pero por ahora vamos a cenar y a bailar. Voy a ponerme guapa.

Me levanté del sofá y le di un beso antes de irme. Dejé toda la ropa tirada por el salón, ya la recogería en otro momento.

Salimos media hora después cogidos de la mano y sin parar de sonreír. Me llevó a un bonito restaurante al lado del rio. Tenía unas vistas maravillosas. Había que reconocer que algunas veces no estaba mal que Danny fuera quien era en ese país.

Cenamos tranquilamente y reímos sin parar. Era una de las cosas que más me gustaban de él. Que me hacía reír por encima de cualquier cosa.

  • No me has contado la historia de tu nuevo amor. – me preguntó Danny.
  • ¿Mi nuevo amor? – pregunté sin entender nada.
  • Ese niño de quien te has enamorado.
  • Ahhhhh. Pensaba que te habías vuelto loco. Es verdad que no te he contado la historia al final. Me has cegado en mi sofá y claro. – dije riendo.
  • Me dejas sin palabras. Tus comentarios me descolocan hasta tal punto que no sé qué contestarte.
  • ¿Todavía? Deberías estar acostumbrado.
  • Pues no chica, no. Me sigues fascinando.
  • Puff menos mal, porque si te dejo de fascinar se acabará pronto. Es mi mayor encanto.

Y Danny reía y eso suponía que yo también lo hacía.
  • Anda cuéntame lo del niño que me tienes intrigadísimo.
  • Pues mira estaba perdida por Londres, cuando de repente me choco con un niño que estaba jugando con un balón. Y claro me mira y sus ojos me rompen. Tenían un brillo especial, dulce pero roto. Como si le hubieran hecho mucho daño. Como si necesitara ayuda, me gritaban sus ojos.
  • ¿Y qué has hecho?
  • Nada, le he perdido perdón y he hablado con él. Realmente nada importante, era como si no confiara en mí. Pero luego ha salido una mujer y he estado hablando con ella. Es la tutora de Eduardo.
  • ¿Se llama Eduardo?
  • No, se llama Will pero me ha gustado Eduardo y entonces le he cambio el nombre. Porque si, porque me gusta eso de llamar a la gente por otro nombre sin más. ¿Por qué preguntas esas tonterías? Pues claro que se llama Eduardo.
  • Dios, todo eso para decirme que si se llama Eduardo.
  • Es que eres mu tonto. Haces que tenga que decir tonterías, las preguntas y me veo obligada a contestarte así.
  • Bueno, al tema. ¿Qué has hablado con ella?
  • Pues me ha dicho que es huérfano y que vive en una casa de acogida con otros 9 niños.
  • ¿Y ya has pensado algo claro?
  • No me puedo quedar con los brazos cruzados.
  • Si puedes, pero no te deja tu enorme conciencia social.
  • Es que lo echo de menos, hacer cosas por otras personas sin esperar nada a cambio.
  • Eso lo sueles hacer con tus amigos.
  • Pero eso no cuenta, mis amigos no cuentan. Ese niño me necesita de verdad, mis amigos no.
  • ¿Cómo no te van a necesitar tus amigos?
  • Va, son unos blandos, podrían vivir sin mí perfectamente.
  • Es niño ha vivido sin ti toda su vida y no está tan mal.
  • Ya me di cuenta, le va genial la vida. ¿Sabes que George Lucas le ha llamado para hacer la película de su vida?
  • Raquel, deja de ser irónica y dime que has pensado.
  • No lo sé. He quedado con su tutora para que me cuente un poco como funciona el centro y a ver en que puedo ayudar. Pero Danny no puedo dejarle solo. Sus ojos me han llamado. Decían Raquel, Raquel… quédate.
  • Claro que sí. Tú ves señales en cualquier sitio. Es bonito lo que piensas hacer. Pero no sé de dónde vas a sacar el tiempo. Entre las clases, el trabajo, estudiar, yo.
  • Entonces tendremos que dejarlo.

Danny me miró muy serio.
  • Era broma. No te enfades. Ya sé que casi no tengo tiempo pero es una señal del destino y ya sabes que pienso sobre ello.
  • Sí, no hay que desafiar los mensajes del destino.
  • Eso es. Así que tendré que quedar con ella y ver cómo puedo ser útil.
  • Un día ganaras el premio Novel de la paz.
  • No creo. No necesito reconocimientos y premios millonarios. ¿Sabes lo que espero poder hacer algún día?
  • ¿Irte a África a construir casas?
  • Aparte de eso. ¿María? – pregunté sorprendida.
  • Quien sino.
  • Bueno pero no era eso. Esto es nuevo. Es una idea nueva y poco edificada.
  • No te vayas a vivir a África por favor.
  • Danny te puedes callar y escucharme.
  • Sí. Ya me callo.
  • No tiene nada que ver con África. Voy a montar un centro social para jóvenes problemáticos. O una ONG. Algo por el estilo, para ayudar a los chicos con limitaciones sociales.
  • Luego nos pedirás que demos conciertos benéficos para recaudar fondos. – dijo en tono de guasa.
  • Danny esto es muy serio. Así que no te lo tomes a coña. – le advertí muy seria.
  • Lo siento. Eres maravillosa que lo sepas.

No sabía que contestar. Solo le pude sonreír.
  • Solo te quedas sin palabras cuando se te dicen piropos sobre estos temas.
  • Es que me da vergüenza. Mucha.
  • Eres demasiado altruista.
  • Oye tú has estado en África, sacáis singles para recaudar fondos y cosas por el estilo.
  • Pero no nos compares contigo, lo tuyo es otro nivel. Seguro que si tuvieras todo el dinero que tenemos nosotros harías el doble.
  • Yo estudio economía, déjame ser tu contable y ya verás lo que hago.
  • Pobre mi contable, no puedo despedirle. Estando la crisis como está, uno más al paro. No es justo. Yo te doy dinero para que lo des a donde quieras.
  • No. No quiero tu dinero. Me sirvo y me basto yo. Y como no tengo dinero que dar, pues doy mi tiempo. Por eso voy a ir a hablar con esa mujer.
  • Ya me contarás que tal. Estoy orgulloso de ti princesa.

Y volví a quedarme sin palabras. Solo puede sonreír. Danny me devolvió la sonrisa, se acercó y me dió un beso. Eso hizo que me ruborizara más aún.

Salimos del restaurante contentos por tanta botella de vino y nos fuimos a bailar. No solo estábamos contentos por eso, pero el vino daba otra dimensión a nuestra felicidad.

Bailamos toda la noche, bebimos tequila y volvimos a casa en su coche, pero con chofer. Nunca me acostumbré a momentos como ese. Yo me crié volviendo a casa en autobús nocturno.

No recuerdo si la noche termino como había empezado la tarde, seguramente sí. Era nuestro momento y hay que decir que lo aprovechamos. Fueron de los mejores meses de mi vida.

4 comentarios:

  1. Me autoproclamo presidenta del club de fans de Rachel.
    No voy a decir mas porque no me salen las palabras y siempre me repito...
    Me ha encantado *nunca me ha "desencantado" un capitulo tuyo, ¿POR QUE ESCRIBES TAN JODIDAMENTE BIEN?*
    Besos <3

    ResponderEliminar
  2. simplemente perfecto, no se que decirte, me ha encantado como todos pero este es PERFECTO! ;)

    ResponderEliminar
  3. dios mío, me dejas sin palabras. No existen adjetivos cualificativos que puedan describir lo maravillosamente bien que escribes. Enserio, eres increíble.
    Sube capítulo pronto, los necesito. Me he vuelto adicta a esta historia.
    un beso xx
    Gaby.

    ResponderEliminar
  4. Hola, he empezado a leer tu blog, y tengo que reconocer que me encantan, Me encanta la historia, los capítulos. Gracias por escribir^^

    ResponderEliminar