martes, 14 de febrero de 2012

Capítulo 10 Parte 1


POV Danny

Aquí vamos, no sé si aceptar esto fue una buena idea, nunca fui bueno escribiendo mis sentimientos en un papel, que no fuera en forma de canción pero supongo que la ocasión lo merece. Esta historia la empezó a escribir Raquel pensando que únicamente iba a contar su historia de amor, nuestra historia de amor, para que quedara constancia de ella. Y así era hasta que metimos manos en su historia.

A estas alturas, ya os podéis imaginar como era ella, aunque siempre viene bien que os lo cuenten otros que no sea uno mismo. Aunque no creo que mi visión sea muy objetiva. Con el tiempo aprendí que Raquel era complicada, no le gustaba hacer las cosas como se esperaba que se hicieran. Vale que era capitalista, estudio sobre ello, pero luego a la hora de la verdad, había pocas cosas físicas que la importaran realmente, era demasiado altruista. Siempre la importó más la amistad, vivir el momento y guardar vivencias en el corazón, que coleccionar zapatos en un armario.

Con esa filosofía intentaba educar a nuestros hijos y muchas veces reeducar a nuestros amigos, aunque muchas veces nuestros hijos no estaban muy de acuerdo con su forma de ver el mundo.

No había muchos sábados en los que pudiéramos estar tranquilos comiendo los seis juntos. Ya fuera por trabajo, porque comiéramos fuera de casa o porque tuviéramos invitados.

Una tarde, después de comer, tras recoger la mesa, Raquel llamo a Chris a gritos.

  •    Chris, te toca fregar, baja ya por favor. – dijo mientras guardaba las servilletas en el cajón.
  •    Mamá, no puedo, hazlo tú. – contestó también gritando desde su habitación.
  •    Yo tampoco puedo, voy a echarme la siesta como buena española. – le contesto desde la puerta de la cocina.

Chris no tardó más de dos minutos en bajar, enfadado con su madre. Los dos tenían el mismo carácter.
  •    No es normal lo de esta familia, somos ricos y tengo que fregar los platos. No es justo. – y se cruzó de brazos.
  •    ¿Danny somos ricos? Porque no me lo has dicho. – dijo exageradamente Raquel.
  •    Sí, eso parece, al menos para pagar a alguien para que lave los platos. – reí aunque sabía que esto era el principio de una pelea.
  •    Ves, es que mamá no es…
  •    Primero, tú no eres rico, así que no decides en que gastar el dinero. Segundo, las últimas noticias que tuve es que tu padre es famosos y lo último que necesito es una persona extraña que pueda vender mi vida personal. Tengo la capacidad de fregar 20 cubiertos y además tengo cuatro hijos para explotarlos. No creas que he parido tantas veces para nada. – tenía miedo de meterme, pero a veces Raquel decía demasiadas tonterías juntas.
  •    Entonces si el rico es papá, déjale a él que decida en que gastar su dinero. – se volvió a quejar.

Raquel sonrió, con aire de superioridad, había algo en su cabeza que sabía que la haría ganar la discusión y dejarlo zanjado. Ahora sí que tenía miedo.  
  •    Cariño ¿cuándo nos casamos hiciste separación de bienes? – sabía la respuesta mucho mejor que yo.
  •    No, no me suena para nada. – dije para cumplir.
  •    Señorito Jones, ha quedado demostrado que yo también soy rica. Así que deja de protestar y ponte a fregar. – y salió de la cocina dando por zanjada la discusión.

Chris me mantuvo la mirada durante un rato.
  •    ¿Cómo pudiste casarte con ella? Está loca.
Había que reconocer que en el último año, Chris… vale que no esté bien hablar así de tu propio hijo, pero era gilipollas.
  •    Si te contara todos los motivos tardaría al menos tres días. ¿Pero has visto que culito tiene? Eso te tendría que bastar.
  •    Papá, joder, que es mi madre. – y puso cara de asco.
  •    Eso te pasa por preguntar, y que sea la última vez que llamas loca a tu madre delante de mí. – y le dejé fregando.

Empezaba la adolescencia y juro que había días que cogería una guitarra y se la estamparía en la espalda y ese solo fue el comienzo. Cuando llegue al salón Raquel me llamó con la mano para que me sentara a su lado, pero realmente sus intenciones era tumbarse sobre mis rodillas.
  •    He pensado que vamos a mandar a Chris a un internado militar o algo así. No le soporto. – me senté en el sofá.
  •    Sería muy gracioso, solo por verle la cara. Pero ¿es broma verdad? Tú viajas mucho y es bonito tenerle cuando te vas, se parece tanto a ti. – dijo con nostalgia.
  •    Si es broma, pero vamos antes vale, pero ahora tienes otros dos que pueden ocupar su sitio y no son insoportables. – mi mano recorría su pelo mientras tanto.
  •    Pero están locos, no paran. – rió. – A ver cuanto tiempo tardan en venir por aquí gritando.

En eso estaba de acuerdo, los gemelos estaban descontrolados, no paraban ni un segundo. Dean y Eric. Dean se parecía a mi, yo creo que era el que más se parecía a mi en personalidad, aunque físicamente Chris ganaba. Eric en cambio era una fotocopia de su madre, tanto física como psicológicamente. Tenía esa mirada que tanto me enamoró.  Eso si eran un caso juntos, parecía que Dean era quien movía los hilos, pero yo sabía que no, era Eric quien incitaba en la mayoría de las veces a su hermano. Como bien hacia Raquel en la mayoría de las veces. Y como era de esperar no tardaron en llegar al salón. Al escucharles, cogió la manta y nos tapó las cabezas.
  •    Escóndete, a ver si así les despistamos y deciden irse. – dijo pasando su brazo alrededor de mi cuello y susurrando.
  •    Oye, no está bien que me hables así. Me pierdo cuando haces eso. – y giré la cara hasta encontrarnos frente a frente.
  •    Un simple juego inocente lo tienes que hacer sucio. – me contestó sin moverse.
  •    Ya sabes, sigo siendo una estrella del rock, casado, pero estrella.- y tuve que besarla.

Noté como sonreía debajo de mi beso y me devolvió el beso. Aunque la fiesta privada no duró todo lo que me hubiera gustado.
  •    Mamá ¿dónde estás? – gritaba Dean.
  •    Está ocupada, vuelve luego. – contesté desde debajo de la manta.
  •    Eres bobo, así saben donde estamos. – protesto.
  •    Claro que sí, porque tus hijos de ocho años son idiotas y al pasar por aquí no se iban a dar cuenta. – reí.
  •    Vámonos Dean, no ves que están haciendo cosas privadas. – escuchamos a Eric.

Me dio la risa, no podían ser tan buenos.
  •    A ver que os pasa pesados. Solo quería dormir la siesta. – dijo sacando la cabeza.
  •    Es que Chris no nos deja coger las chuches de la cocina. – protestó Dean.
  •    Es que acabáis de comer gorditos.
  •    De verdad si que sois pesados, anda sentémonos a ver una peli y luego os llevo a comprar chuches o a casa del tío Tom, que es como la fábrica de Willy Wonka. – ofrecí.

La idea pareció gustarles, Dean se tiró al fondo del sofá, Eric se acurrucó al lado de su madre y ella le abrazó.

Estábamos medio dormidos cuando llegó Kate con una guitarra en la mano.  Ella si que era mi perdición.
  •    ¿Qué haces mi niña?
  •    Estoy practicando. – me sonrió.
  •    Es verdad, me lo contó ayer mama. ¿No quieres un profe que te enseñe? – le ofrecí.

Ella negó con la cabeza.
  •    Mama dice que no lo necesito, soy una Jones. ¿Me puedes ayudar tú con una canción? Es que no sé como hacerlo. – dijo algo preocupada.
  •    Si claro, vamos al estudio, que están medio dormidos. Dean, cúbreme anda.

Dean se levantó y se sentó donde estaba yo. Era una estampa tan bonita. Era muy afortunado al tenerles. Recuerdo cuando Eric y Dean eran más pequeños, y yo salía de gira y volvía de madrugada a casa, solía encontrarles durmiendo en nuestra cama. Antes eso era propiedad de Chris, él la cuidaba, en cambio ahora había sido relegado por los gemelos. Todos sabíamos que no necesitaba nada de eso, podía cuidarse sola y cuidar a la vez de todos nosotros sin despeinarse. Pero la gustaba sentirse cuidada.

Al igual que a mi me encantaba que Kate me pidiera ayuda musical. Tenía 10 años y era la niña más dulce y preciosa del mundo. Lo iba a tener difícil en el futuro, demasiados hombres protegiéndola a su alrededor. Tras estar un rato tocando volvimos al salón y Dean, al vernos, habló más alto de lo que la situación requería.

  •    Papá, ¿cuándo nos vamos?

Lo que hizo que Raquel se despertara y no de buen humor.
  •    Dean como no te calles te juro que no nos vamos. De verdad no se puede dormir en esta casa.
  •    Venga, Dean, sube a prepararte mientras yo despierto a tu madre. – y volví a ocupar mi puesto.
  •    ¿Y Eric? ¿Le despierto? – preguntó muy bajito.
  •    Si. – agregué.

No llegó a despertarle, ya se ocupó Chris de despertar a todo el mundo.
  •    Tenemos que hablar, quiero un tatuaje.
  •    Si, y yo quiero que te calles, pero la vida no es justa. Creo que al final si que le vamos a mandar al internado. No te vas a tatuar, tienes 15 años. – dijo muy seria.
  •    Pero como no vais a dejar tatuarme, os habéis visto.
  •    ¿Pero qué te pasa hoy? Nadie se debe tatuar cuando es adolescente, que luego pasa lo que pasa, que te tatuas el mismo tatuaje dos veces, como tu tía Cristina.
  •    Papa se tatuó cuando era adolescente. – dijo muy convencido.
  •    ¿Has visto el video de 5 colours? Pues ahí queda demostrado que tu padre se echó a perder después de empezar a tocar con McFly, así que deja de decir mongoleces. – contestó Raquel.
  •    Vamos a ver, no es que no te dejemos tatuarte, sino que tienes 15 años, cuando tengas 18 podrás hacerte lo que quieras, pero debes pensar mucho y estar seguro lo que quieres. Deben tener un significado. – intervine.
  •    Si, y no dejar que tu padre elija, que luego haces cosas como lo que tiene en la pierna. – se metió conmigo.
  •    No creo que todos vuestros tatuajes tengan un significado.  – se sentó delante nuestra.
  •    Si, lo tienen, aunque sean feos, lo tienen. – y rió.
  •    Cállate anda maja, ya sabemos que no te gustan mis tatuajes. – protesté.
  •    A ver, algunos si, otros no. Cuéntales la historia del que tienes en el pecho.
  •    ¿De ese? – dije sonriéndola.

Ella afirmó con la cabeza. Pasé mi braza alrededor de su cintura y la acerqué hasta mí. Sonreía algo cohibida, siempre la dio vergüenza esa historia.