jueves, 26 de abril de 2012

Capítulo 14


Me monté en el coche y conduje sin saber donde ir o que hacer. No quería irme de allí, no quería dejar Inglaterra, pero debía hacerlo. Pare en la primera gasolinera que encontré, debía decidir mi destino. Creo que mi mente bloqueaba cualquier toma de decisión ya que esperaba una señal del destino, una llamada suplicante para que no me fuera, un coche que me diera las largas y me hiciera parar mi huida del país.

Pero nadie, él, hizo tal cosa. Me dejó ir sin más, me perdió.

Estaba decidido, debía volver a Nueva York. Llamé a Kate y la hice reservarme el último vuelo del día siguiente desde Manchester. Antes de irme necesitaba hacer una pequeña visita a un lugar que no volvería a visitar. Era uno de los más preciosos paisajes que nunca visité, además de ser a la vez un lugar mágico.

Para llevar todo el día trabajando y teniendo en cuenta las emociones de las últimas horas, estaba hiperactiva. Conduje todo la noche hasta Gales, llegando con los primeros rayos del sol. Ver el paisaje me hizo sonreír, una sonrisa amarga por los sueños depositados tiempo atrás en esas montañas. Pero ahora esos sueños, esos deseos se habían ido, sintiéndome idiota por creer en ellos, creer en historias de príncipes y princesas.

Desayuné en un pequeño restaurante construido sobre el rio. La casa se veía a lo lejos. Me encaminé hacía allí, no me podía creer que volviera de nuevo a ver ese paisaje, a sentir esa sensación, esta vez con un toque amargo dentro de mi.

Aparqué delante de la puerta. Ahora que estaba allí delante me pareció una mala idea. Millones de imágenes se colaron en mi mente, bonitos recuerdos demasiado dolorosos para asimilar en pocos minutos. Cuando de repente tocaron en mi ventanilla haciendo que casi me diera un infarto. Di un salto en el asiento y el hombre pareció divertido. La idea de que fuera un asesino se coló en mi mente y con ella las mil formas de huir con vida. Me regañé a mi misma por ser tan peliculera y bajé el cristal.

  •    Buenos días. – dije lentamente.
  •    Buenos días ¿puedo ayudarla en algo? – preguntó amablemente.
  •    Muchas gracias pero solo estaba recordando y admirando el paisaje. – confesé.
  •    No sabía que iba a venir usted a la casa. – afirmó como si supiera quien era. - ¿Quiere que le ayude con el equipaje?
  •    Disculpe pero no pensaba quedarme. Además debe estar confundido, no se de quien es la casa, yo solo viene a pasar unas vacaciones.
  •    Ya. – reflexionó. – Si desea quedarse o hacer una visita rápida avíseme, no creo que el dueño tenga ningún problema en que la use el tiempo que le plazca. – y volvió a su trabajo.


No entendía nada de lo que acababa de decir. No era consciente de conocer al dueño de la casa. La curiosidad se apoderó de mi y decidí dar una vuelta. El hombre arreglaba el jardín. Cuando me voy acercarme sonrió.
  •    Suba si quiere, esta la puerta abierta.

Le hice caso y abrí la puerta principal. Esta vez no pude contener las lágrimas y un par corrieron por mis mejillas. Comencé a subir lentamente las escaleras, sintiendo que el dolor había desaparecido, como si volviera a ser ese invierno que pasé allí con Danny.

Lo que encontré cuando llegue a la habitación del ático fue impactante. No se cuanto tiempo estuve de pie delante de la cama, ni recuerdo el momento en el que fui consciente de lo que había colgado en la pared encima del cabecero. Cuatro cuadros, uno de ellos en blando. Los cuadros que le regalé a Danny por su 25 cumpleaños ocupaban parte de la pared de la habitación.

La casa era de Danny. Él había comprado y había colgado los cuadros en esa habitación. En nuestra habitación.

Recuerdo no poder parar de llorar, sentir que debía volver y hacer que todo volviera a funcionar. Había comprado la casa. Intentaba asimilarlo aunque era una tarea complicada. Me senté en la cama intentado tranquilizarme y sin dejar de mirar el cuadro en blanco.

Alguien llamó a la puerta e hizo que volviera a la realidad. Antes de que pudiera decir nada pregunté algo que hasta a mi misma me sorprendió.
  •    ¿Hay mucho problema en que pase la noche aquí? – pregunté mientras me sentaba de forma educada y me limpiaba las lágrimas secas.
  •    Claro que no hay problema, puede quedarse el tiempo que desee. – me contesto educadamente.
  •    Seguramente no debería necesitar dicha confirmación, pero estoy algo confundida. ¿Esta casa es de Danny Jones?
  •    Si, así es. – me dedico una tímida sonrisa.
  •    ¿Y sabe cuándo y por qué decidió comprarla? – esperaba que pudiera contestarme.

Ese hombre parecía saber quien era y no estaba nada extrañado de que hubiera aparecido allí de repente o hiciera esa clase de preguntas.
  •    La compró hace un año y medio aproximadamente. Este enero no, el anterior. Fue un regalo y supongo que el regalo era para usted. – me explicó.

El alma se me cayó a los pies después de esas palabras. Volví a paralizarme.
  •    La dejo a solas, si necesita algo no dude en avisarme. – y se encamino de nuevo a terminar su trabajo.
  •    Espere – se volvió a mirarme. – No le diga nada a Danny de que estoy aquí. ¿Sería eso posible? – supliqué.
  •    Claro que si, no le diré nada. – se disculpó con la mirada y salió de la habitación.

Tardé un rato en reponerme, me tumbé en la cama y me agarré a una de las almohadas. Mi mundo se estaba desmoronando y no sabía como arreglarlo. Tenía miedo de estar perdiendo al hombre de mi vida en el camino. Me había comprado esa casa, esas mismas navidades y nunca había dicho nada. Pero él no era el mismo que en esas vacaciones, ninguno de los dos lo éramos. Nos habíamos perdido el uno el otro. Por muy doloroso que fuera tenia que dejarlo ir.

Llamé a Kate para que retrasase el vuelo hasta la noche siguiente, me vendría bien dormir y hacer unas cuantas llamadas. Si me iba a ir a Nueva York tenía que dejar zanjados unos cuantos temas antes de irme.

Bajé al pueblo a tomar café y a solucionarlo todo. Dougie me iba a matar cuando le llamara desde Nueva York, pero no tenia fuerzas para despedirme de nadie, y mucho menos de él. Aproveché y cené en ese precioso y diminuto pueblo, no era fácil estar dentro de esas cuatro paredes.

Volví con los últimos rayos del sol. Abrí el maletero, cogí la maleta y mantuve la mirada durante un buen rato sobre la guitarra. La adoraba, me enamoré de ella nada más verla. Pero traía demasiados recuerdos, no podía llevármela a Nueva York, debía dejarla allí. Ningún lugar mejor que aquel para dejarla.

Subí las escaleras como un alma en pena, arrastrando la maleta y cargando con la guitarra en el otro brazo. Me hubiera gustado tanto aprender a tocar la guitarra. Pero eso se esfumó a la vez que Danny lo hizo. No tenía sentido aprender sin él y menos aprender a tocar su guitarra. Ya no solamente porque fue su regalo, sino porque era la gemela malvada de su preciosa guitarra.

No tardé en meterme en la cama, estaba agotada, muerta de cansancio y dolor. Me tapé dejando al descubierto mis ojos solamente, necesitaba mirar las estrellas entre esas maravillosas montañas. Disfruté del paisaje, intentado aclarar mis ideas y mi corazón, aunque nada parecía tener solución.
Debí de quedarme dormida porque me desperté sobresaltada. Un montón de frases llenaron mi mente, frases típicas de canción. Tuve la necesidad de levantarme y escribirlas. Plasmarlas en un papel.

Corrí en busca de algún papel donde poder escribir. En uno de los cajones de la cómoda encontré una libreta. Y comencé a escribir con ansia, con miedo de que se me olvidara alguna de esas frases que corrían dentro de mi cerebro.

You should know by now
You should know by now
That I can’t forgive you

Escribí sin ni siquiera darme cuenta, las palabras salían de mi sin ser consciente de ello.

Is it me or is my life a chain of unforgiving tasks
Is it you and do you have the life that no one really asks?

Así frase tras frase completé una hoja de papel. Tuve la necesidad de coger la guitarra y ponerle música a ese dolor, a esas palabras que salían de mi alma intentando curar todo el malestar que sentía. Pero no sabía componer, nunca había pensado que llegaría a componer una canción. Y le eche de menos una vez más.

Le di la vuelta a la hoja y escribí.

Ojalá encuentres algún día esta hoja y puedas terminar de expresar el dolor que siento ahora mismo.
Cuida de JJ por mi, una guitarra así merece ser tocada por un gran músico como tu.
Xxx Rachel.

A la mañana siguiente salí de allí a primera hora de la mañana. Esperando poder cerrar ese libro y poder comprar uno nuevo que me hiciera sentirme libre como una vez sentí entre esas montañas. 

miércoles, 11 de abril de 2012

Capítulo 13


Los meses siguientes fueron una locura, no recuerdo haber trabajado tanto nunca en mi vida. Después de esa noche, a la mañana siguiente, me reuní con Lucas y Nathan. Las noticias fueron fabulosas. Lucas quería trabajar con Kate y grabar un cd en USA.

Kate estaba muy agradecida y nos invito a Tom, Dougie y a mi a cenar para celebrarlo. Kate y Dougie celebraron de más esa noche y terminaron en la cama, aunque después de unas cuantas celebraciones privadas la cosa terminó.

Todo coincidió con el traslado de Mery a Inglaterra tras encontrar trabajo en un laboratorio de un pueblecito de la costa, a un par de horas de Londres. También tuvo lugar al mismo tiempo la adquisición de un coche por parte de Dougie. ¿Casualidad?

Un par de meses después de eso comenzaron a salir formalmente. Aunque siempre pensamos que todo empezó con la compra del coche.

No solo celebré con ellos el nuevo trabajo, Adam llamó ese jueves como había prometido. Siguió utilizando la excusa del destino, argumento totalmente valido para mi, ya que siempre creí en el. Aunque no estaba nada segura de que esa relación tuviera que ver con dicha cosa. Pero era lo que necesitaba después de tanto tiempo hundida.

Adam me hizo sonreír de nuevo, salíamos de vez en cuando a cenar y me trataba como una princesa. Me llevaba en coche a todos lados, me abría las puertas, me regalaba flores y joyas. Lo planeaba todo, controlaba todos los detalles posibles. Íbamos al cine, al teatro. Viajábamos por Inglaterra. Todo era serio y profundo.

Aunque no tenía demasiado tiempo para plantearme nuestra relación, no tenía tiempo más que para Kate. Sobre todo en los meses en los que estuvo en Londres, aunque la distancio lo complico todo mucho más. Tenía que terminar la carrera antes de irme a US, así que Kate viajó un par de meses antes.

Si os preguntáis por McFly, bueno, a Danny casi no le vi en esos meses. Únicamente en algún evento publico o alguna fiesta imposible de eludir, pero intentábamos no cruzarnos lo más mínimo. En cambio a los otros tres les veía con cierta frecuencia. Entre mis nuevos hobbies se encontraba el futbol inglés, así que cada vez que había un buen partido en Londres llamaba a Harry y me unía a sus amigos.

Dougie no me dejaba alejarme mucho, una vez a la semana cenábamos en mi casa. Comida china en cantidades industriales y buenas sesiones de cine. Sentía que era su deber cuidarme, y eso lo agradeceré siempre.

Fueron un gran apoyo para Kate, sobre todo Tom que se metió de lleno en la composición de las canciones.

Las chicas viajaron un par de veces a verme. Bárbara seguía con la carrera y de flor en flor. Siempre fue un espíritu libre.

Cris decidió finalmente que no podía seguir en casa y se mudó a Madrid. Se matriculó en criminología, su sueño hecho realidad.

Laura se mudó a Praga en enero, para trabajar en uno de los mejores hoteles de la ciudad. Conoció a un australiano alto y con ojos claros que fue la comidilla de todas durante un buen tiempo, era tan sexy ese chico.
Todo parecía estar encalma, aunque no duró demasiado. La primavera no ayudó a ello.

Me desperté sobresaltada sin saber muy bien el porque. No recordaba nada de lo que había soñado pero tenia una sensación extraña en el corazón, como si algo se avecinara.

Miré a Adam que dormía a mi lado. Tenía el semblante serio, pero dormía relajado. Todavía no entendía como siempre terminábamos en su piso. Espontaneidad no era una palabra que describiera nuestra relación. Tenía que pensar en algo o estaba abocada al fracaso.

Me levanté y me preparé para ir a trabajar. Kate ya estaba en EEUU, había ido a grabar el cd y luego se vería si volvía a Londres o no. Todavía no había decidido cuando me incorporaría al trabajo allí, de momento no era necesaria, así que seguía trabajando desde Londres. Semanalmente o incluso más, hablábamos por Skype para ponernos al día. Me ponía canciones, me tocaba la guitarra y me contaba como iba la grabación.

Salí de casa de Adam sin despedirme, no quise despertarle, seguía con una sensación extraña en el pecho, no quería descubrir cual era el motivo, si él lo era.

Me encaminé hacia la discográfica, cogí el coche y puse música tranquila. Cuando el sonido estridente de mi móvil me sobresalto, no recordaba que tenia esa melodía, hacía mucho tiempo que no sonaba. En el último mes habíamos tenido más relación, nos parábamos cuando nos veíamos y nos contábamos que tal estábamos. Pequeños acercamientos sin demasiado avance. Pero el tono de llamada me hizo sonreír y contesté como si fuera mi mejor colega.

  •    Buenos días Jones. ¿A qué se debe el placer de su llamada? – dije riendo.
  •    Buena canción tu tono de llamada. Es fácil hacerte reír. – dijo Danny al otro lado.
  •    No recordaba que tuviera puesto ese tono de llamada, casi me da un infarto. – y recordé el momento en el que me cambió la canción.

Nos quedamos en silencio unos segundos. Un silencio duro y doloroso al recordar esa noche.
  •    Bueno me has llamado tu ¿Qué quieres? – dije  mucho más seria.
  •    Si, era a ver si me podías ayudar. ¿Recuerdas el restaurante encima del rio en el que cenamos la noche que empezamos a salir? – mi tono se le contagió.

Medité unos segundos sin saber muy bien porque me llamaba para algo así.
  •    Claro ¿por? – no entendía la llamada.
  •    Es que quería llevar a Emma esta noche y no recuerdo en nombre. – dijo perdiendo fuerza a lo largo de la frase.
  •    ¿Vas a llevarla allí? – salió de mi boca sin pensar.

Mi pregunta le descolocó.
  •    Lo siento, no debería haberte llamado para esto. – dijo arrepentido.
  •    No te preocupes, si ya lo hemos superado. Ya ves, salimos con otras personas, hemos pasado página. ¿Por qué iba a molestarme? – no me creía ni yo mis propias palabras. – Cuando llegue a la discográfica te hago una foto de la tarjeta que tengo y te la envío, que voy conduciendo. – dije sin convicción.
  •    No te preocupes, paso yo a por ella en un momento. Tengo reunión en la discográfica. ¿Vienes a la reunión? – dijo con un extraño tono de esperanza en su voz.

Vale que Danny no tenia fama de ser una mente brillante, pero esto no era normal.
  •    No, no voy a trabajar para vosotros de momento. Tengo mucho trabajo con Kate. – aunque ese fuera un motivo, no era el más importante.
  •    Vale, bueno pues me paso luego a por la tarjeta. – estaba totalmente descolocado.
  •    De acuerdo. Que tengas un buen día.
  •    Igualmente. – y colgó sin más.

Estuve toda la mañana dándole vueltas al porque de la llamada, a ese tono de normalidad después de todo lo que había pasado y después de estar tantos meses sin casi hablarnos.

Me levanté a por una taza de café y cuando volví a mi mesa tenia un email de Adam.

No hagas planes para esta noche, tengo una sorpresa. Te recojo en casa las 8. Ponte guapa.
Xx Adam.

Me hizo sonreír y mi mente empezó a pensar que podría ser la sorpresa.

Tras dejar cerrados un montón de detalles, llamé a Kate para contárselos. Mientras hablábamos apareció Danny. Llamó al marco de la puerta y esperó a que le mirara. Preguntó sin hablar si era un buen momento.
  •    Un segundo Kate, que está aquí Danny que necesita una cosa. – dije mientras le hacia entrar.
  •    Vaya, el señor Danny Jones. – dijo Kate con tono de burla.

Danny entró y se puso detrás de mí para que Kate pudiera verle.
  •    Señorita Kate, un día de estos tendrás que explicarme porque has rechazado ser nuestra telonera. – dijo Jones con desaprobación.
  •    Ya sabes, cosas de negocios. Además me encanta América.
  •    Espera un momento ¿Qué has rechazado que? – pregunté incrédula.
  •    ¿No sabías nada? – dijo Danny sorprendido.
  •    No, parce que Kate y yo tenemos mucho de que hablar. – dije molesta.
  •    Bueno, entonces os dejo. – dijo separándose ante mi enfado. – Gracias por la tarjeta. – y deposito un beso sobre mi mejilla.

No tardó nada en salir de la habitación.
  •    ¿Cómo no me habías contado eso?
  •    Escúchame antes de que te de un ataque. Hay varios motivos, primero es que me encanta US y tengo un par de grupos que me quieren. Las giras aquí son más larga, ya sabes. Y segundo es que quiero que te vengas de gira conmigo y no voy a hacer que tengas que ir con ellos también.
  •    No me gusta la segunda razón. Trabajo para ti, por así decirlo. Tienes que mirar lo mejor para tu carrera, sin tener en cuenta mis relaciones personales con otros músicos. – dije preocupada.
  •    Vale, como has dicho, trabajas para mí, así que yo decido. Tranquila que haré lo mejor para mi, pero si además podemos ahorrarnos sufrimiento pues mejor.
  •    Bueno, pero que conste que ya he superando esa etapa. – dije seria.
  •    Claro que si, ha quedado totalmente claro cuando te ha besado en la mejilla. – dijo Kate desafiante.
  •    ¿Podemos seguir con el trabajo por favor? – no quería hablar de ese tema ni en ese momento ni nunca más.

Así pasó el día. Sin parar de trabajar, cosa que agradecí ya que cada vez que me tomaba un descanso volvía a mi mente. Esa primera cita, esa naturalidad, la espontaneidad. Hacia mucho tiempo que no disfrutaba de algo así, de esa locura que se supone que debe de haber.

“No es justo” – pensé. Me obligue a dejar de pensar en el tema, tenía que volver a casa y prepararme para la sorpresa de Adam.

Cuando llegue a casa encontré un precioso vestido rojo sobre la cama. Sencillo y elegante, con unos zapatos a juego. Era precioso y parecía tan caro. Absurdo gastar tanto dinero en un vestido, pero no tenia fuerzas para discutir con nadie y menos por dinero. Y a decir verdad era tan bonito.

Mi cerebro siguió trabajando de más ese día, pero esta vez pensando sobre la sorpresa que tendría Adam, sobre que habría preparado.

A las 20h, puntual como un reloj, Adam llamó a mi puerta. Traía una rosa blanca. Me sonrió y se acercó a darme un beso en la mejilla. Como siempre hacia.
  •    Buenas noches. – dije sonriendo.
  •    ¿Estás lista? – me preguntó tendiéndome la mano.

Yo la acepté y bajamos hasta la calle. Intenté poner la música pero me paró.
  •    Ya sabes que no voy del todo concentrado si pones esa música que te gusta. – dijo dedicándome una sonrisa.
  •    No entiendo como puedes vivir casi sin música. – dije algo decaída.
  •    Y yo no puede creer todavía porque es tan importante para ti. – de verdad no me entendía.
  •    Supongo que la música me ha dado demasiadas cosas. He vivido y sobrevivido gracias a ella. La música es un arte. – dije con ilusión en los ojos.

Llegamos al restaurante poco después. Se me iluminaron los ojos al verlo, era precioso. Algo antiguo y no muy recargado. Tranquilo e intimo. Además olía de maravilla. Nos sentaron en una mesa apartada. Cenamos a la luz de las velas, hablando de negocios, cine y viajes. Con el postre trajeron una botella de champan, cosa que me extraño, ya que Adam solo tomaba cuando había algo que celebrar.
  •    ¿Qué es lo que celebraos? – pregunté curiosa.
  •    Bueno, en principio una cosa, aunque después del postre espero celebrar dos. – respondió mirándome a los ojos.
  •    Dios, me tienes intrigada, ¿qué es lo primero que celebramos? – no podía más de la curiosidad.
  •    Estás delante del nuevo director internacional en Inglaterra. Ahora dirijo el área financiera de todo el país. – dijo orgullo de si mismo.
  •    Dios, no me lo puedo creer, enhorabuena. Es genial. Por tu ascenso. – dije levantando la copa para brindar.

Chocaron haciendo un corto tintineo.
  •    Pero no solo quería celebrar esto. El amento supone una estabilidad, un sueldo mayor. Es una señal para que empiece a sentar la cabeza y me gustaría que lo hicieras conmigo. Que lo hiciéramos juntos. – sacó una pequeña caja del bolsillo y lo puso sobre la mesa.

Cuando abrió la cajita y pude ver lo que contenía no me lo podía creer. Era el pedrusco más grande del mundo, nunca había visto una cosa así. Seguramente no lo fuera, pero me quedé en estado de shock.
  •    ¿Quieres casarte conmigo? – dijo sonriendo mientras me acercaba el anillo.

No me podía estar proponiendo matrimonio, no era posible. No estaba pasando. Había comprado un diamante enorme. Me había quedado helada, no sabia como reacciona. Y sin saber porque la respuesta vino a mi, en los ojos de Danny. Diciendo que no lo hiciera que no era el momento, que no era el adecuado.

Y en ese momento le odié como nunca había hecho. Le odie por no poder decirle que si a Adam. Por no ser él el que me lo propusiera. Danny nunca me hubiera comprado un diamante.

Adam me miraba expectante, esperando una respuesta.
  •    Lo siento mucho Adam, pero no puedo aceptar el anillo. No me gustan los diamantes. – me excusé.
  •    ¿No te gusta el anillo? – preguntó defraudado.
  •    El anillo es precioso, me encanta. Pero no podría llevarlo puesto, al mirarlo solo vería pobreza y muerte. No puedo ver eso en mi anillo de compromiso. Además no creo que pueda casarme contigo. Te quiero muchísimo Adam, pero…
  •    No soy él. – estaba decepcionado.

Millones de imágenes llegaron a mi mente en ese momento. Risas, abrazos, caricias. Quería volver a sentir esas cosas otra vez, y con Adam las cosas eran serias, demasiado serias.
  •    Es cierto, no eres él. Pero no es por él por lo que no puedo casarme contigo. Cuando llegue el momento de casarme será con alguien que consiga hacerme sentir, hacerme estremecer como Danny lo hizo en su día.
  •    Cosa que yo no he conseguido. – dijo con algo de dolor en la mirada.
  •    Lo siento. – dije con lagrimas en los ojos. – no quise hacerte daño en ningún momento.
  •    Lo se. En el fondo sabía que esto no iba a durar para siempre. Pero tenia que jugármela. – dijo con una sonrisa triste.

Se la devolví y le pasé el anillo por encima de la mesa.
  •    Guárdalo para la adecuada, es un anillo precioso. Tu mujer ideal sabrá apreciarlo. – dije creyendo mis palabras.

Me cogió de la mano y me dio un beso en ella. Me acercó a casa y nos despedimos con un abrazo.

Conscientes de que no volveríamos a vernos. Al menos no en mucho tiempo.
Cuando entré en casa y cerré la puerta no podía creer lo que acababa de vivir. No podía seguir así, intentando rehacer mi vida, sintiendo su sombra sobre mis hombros. Pensando que podría haber pasado si no hubiera ido a Nueva York ese verano, creyendo en cuentos de príncipes y princesas.

Tenía que salir de Londres, salir y a poder ser no volver nunca. Tenía que avanzar y la única forma era volver a dejar mi vida de lado y comenzar una nueva en otro país, en otra ciudad.

Me quité el vestido y me puse algo cómodo. Cogí una maleta y metí unas cuantas cosas básicas. Algo de ropa, elementos de aseo y la guitarra.

Lo metí todo en el maletero y me monté en el coche, no sabia donde ir, aunque si sabia lo que tenia que hacer antes de desaparecer. Me encamine hacia casa de Danny, muy enfadada para reflexionar sobre el tema. Podría complicar mucho las cosas.

Aparque delante de la puerta de su casa, entré y comencé a aporrear la puerta de entrada. Emma abrió, con una extraña sonrisa que se desvaneció nada más verme.
  •    No son horas de venir de visita. – no le gustaba mi presencia allí.
  •    Estupendo maja, dile a Daniel que estoy aquí.
  •    No creo que vengas a mi casa exigiendo nada.
  •    Vaya princesa, creo que tienes un poco de lio en esa cabecita tuya. Es su casa y si eres tan amable de llamarle te lo agradecería enormemente.
  •    ¿Y sino? – me dijo con prepotencia, creyéndose la dueña de la situación.
  •    Le llamo yo. DANIEL SAL AHORA MISMO. – grité desde la calle. – No quería llegar a esto, pero no me has dejado alternativa.
  •    ¿Qué es lo que pasa aquí? – dijo Danny asustado al verme.
  •    Tu ex está loca. – dijo abrazándole por la cintura.
  •    Por eso me dejó. Ahora morena si nos permites, tengo que gritarle unas cuantas cosas en privado.

Emma me miró poco convencida y luego miró a Danny que intentaba descifrar mi mirada.
  •    Cariño, déjanos un momento solos. Todo está bien, solo la gusta exagerar, quiere ser la reina del drama.

Emma acepto sus palabras y entró.
  •    ¿Qué coño te pasa Rach? No puedes venir a mi casa así a estas horas.
  •    Primero de todo, odio que me llames Rachel. No me llames así, estoy hasta los huevos de ti y tus nombres para alejarme.
  •    No creo que solo vengas para decirme que no te gusta que te llame Rachel. – no entendía nada, estaba perdido.
  •    Claro que no Dan, vengo a despedirme. Me voy y no es probable que vuelva nunca. Vamos lo que creo es que no vamos a volver a vernos. – tenía tanta rabia y dolor dentro de mi.
  •    ¿A dónde cojones te vas? ¿Qué ha pasado? – intentaba llegar a entender mi visita y esta despedida.
  •    Paste tu, Jones, tu. Pasó que me dejaste, me destrozaste y no puedo superarlo en esta ciudad, sintiéndote a cada paso que doy.
  •    Según tus propias palabras de esta mañana, estaba todo superado, somos felices con nuevos novios. Nueva vida. ¿Qué va a pasar con Adam si te vas? – cada vez estaba más asustado.
  •    Ah eso, ya, puede que te mintiera. Quizás no te haya olvidado. – dije subiendo el tono. – Pero no me voy a quedar aquí más tiempo viendo como rehaces tu vida con una morena superficial, pija y estúpida que la gusta más tu fama que tu como persona. Sobre Adam me ha propuesto matrimonio, esta noche, con un anillo de diamantes. Un enorme y maravilloso pedrusco. – casi no podía respirar, me faltaba el aire a cada palabra que salía por mi boca.
  •    ¿Te ha propuesto matrimonio? – dijo con tristeza. – Un diamante, puto rico pringado. Sabes, creo que Adam no te conviene, es un poco estirado para ti. Si te ha regalado un diamante es que no te conoce ni un poco. Espero que tu respuesta haya sido un no. ¿Verdad? – su tono pasó de tristeza a indignación. 

Pero su tono de enfado solo hizo que yo me enfadara más.
  •    Eres subnormal, más que eso. Dios mio no sabes cuanto te odio en este momento Daniel. ¿Sabes lo que me vino a la cabeza cuando me dio el anillo? Tus putos ojos, me acordé de ti. Tu tenias que ser el, teníamos que estar juntos. Esta tendría que ser mi casa y la petición de matrimonio sería con un diamante tatuado en tu brazo en vez de una puta piedra en mi dedo. – empezaba a hiperventilar.
  •    Tranquilízate, estas muy nervioso. – dijo preocupado.
  •    Claro que estoy muy nerviosa, no sabes lo que he sentido hoy cuando me has dicho que la ibas a llevar a ese restaurante. – después de tanto tiempo sin expresar con palabras todo ese dolor que sentía. – Era nuestro restaurante, donde salimos a celebrar nuestro romance publico. No puedo soportar imaginarte con ella haciendo las cosas que hacíamos juntos. Cenas, viajes, comidas encima del coche viendo las estrellas. Incluso llevándola a la casa de la montaña. – dije dolida.

La cara de Danny cambió, cambió la preocupación por la decepción. No le había gustado nada lo que acababa de decir.
  •    Ese día te prometí que esa sería nuestra casa, solo nuestra. Para siempre. – dijo con más dolor de lo que esperaba.
  •    Ya bueno, también prometiste que nos casaríamos allí y que no me dejarías, que si te entregaba mi corazón lo cuidarías y veo que esas palabras se las llevó el viento.
  •    Estoy cansado de ser el malo, que me mires a los ojos y que solo vea reproches y dolor. Que los chicos se preocupen más por tu dolor que por el mio. Te recuerdo que la que se fue a Nueva York fuiste tú y no te importó lo que yo sentí en ese momento.
  •    Claro que no, tenías que haber confiando en mí, en que volvería después del verano. Tenias que haber confiado en lo nuestro. – siempre le reprocharía eso.
  •    Te equivocas, yo si confiaba en ti. Eras the one, eras la elegida, siempre sentí que tenías que ser tú. – era la primera vez que hablábamos de esa pelea.
  •    Pues vaya Danny, me vendiste muy rápido, al a primera adversidad me dejaste marchar, para ser la elegida tardaste poco en dejarme ir.
  •    No sabes, no te puedes imaginar lo que sentí dentro de mi corazón cuando te marchaste. Aunque fue aun peor verte volver a mi vida sin estar a mi lado.

Esto no era justo, no valía, ahora no.
  •    No hace falta que me mientas a estas alturas Danny, te puedo asegurar que se lo que duele algo así. Estuve un mes en shock intentado asimilarlo. Y la vuelta a casa fue igual o peor. Pero sabes si fuera verdad todo eso que ahora dices, después de lo que paso en Londres esa noche… después de eso podríamos haberlo arreglado todo. Pero volviste a los brazos de Emma sin ni siquiera hablar conmigo del tema.
  •    Eso… - eligió bien sus palabras, parecía molesto. – Ahí si que no tienes ni puta idea. Yo iba a dejar a Emma esa noche, pero te vi con Adam, esa misma noche saliste con él. Estabas feliz, hacia semanas que no te veía sonreír de ese modo. Lo peor de ese viaje fue verte sufrir, ver esa tristeza en tus ojos. Yo tenia la culpa y no podía seguir sintiéndome así de culpable.

No podía creer lo que me estaba diciendo, había vuelto con Emma por esa cena, esa maldita cena en la que no dejé de pensar en el en ningún momento.
  •    Este es el claro ejemplo de que las primeras impresiones engañan. Esa cena con Adam era una deuda por dejarnos el Hard Rock para el meet. Él iba a pagar más y nos íbamos a quedar tirados, era lo que tenia que hacer para mantener y hacer bien mi trabajo. Y si estaba tan contenta era por ti. Te había echado tanto de menos, no te lo puedes creer. Tus besos, tus abrazos, poder salir y reírme a tu lado. Por eso me viste así, deberías haberlo sabido, deberías saber que él único que podía hacerme feliz eras tu. Pero supongo que eso se acabó. – dije sabiendo que ya no había vuelta atrás, que esta era nuestra despedida.
  •    Esto no puede ser el final, no puedes dejarme solo. No puedes irte. – suplico.
  •    Claro que si, es lo justo. Tú me dejaste sola, rota y sola. Ahora me toca a mi irme para poder reconstruirme del todo. Aunque me destroce irme debo irme, es la única forma de sobrevivir. Lo siento. – las lágrimas corrían por mis mejillas. No quería irme, quería quedarme a su lado para siempre.
  •    No se que decirte, no puedo dejarte ir.
  •    Supongo que si de verdad quisieras que me quedara sabrías que decir. Dime que me deseas lo mejor y que todo me irá bien. – intenté contener mis lágrimas, nunca creo que haya hecho algo tan duro como decirle adiós.
  •    Todo te irá bien princesa, tienes algo tan grande en ti, algo que no puedo explicar. – contenía las lágrimas y sentía que intentaba mantener las distancias.
  •    Gracias. – dije en un sollozo mientras me acercaba a él.


Las lágrimas resbalaban por mis mejillas. Me agarró la mano y con la otra limpió mi cara. Sus ojos estaban rotos. No podía dejar de mirarle. Quería quedarme, quería que me gritara que me quedara, que luchara por mi, que me pidiera matrimonio. Cualquier cosa que hiciera que todo volviera a ser como antes, que hiciera que volviéramos a estar juntos.

Pero no iba a pasar. Me acerqué a sus labios lentamente y le besé con dolor. El no tardo en devolvérmelo. Una lágrima se deslizo por su mejilla y eso acentuó mi llanto. El beso trasmitía dolor, era nuestro fin.

Me separé lentamente y comencé a caminar hacia el coche.

  •    Cuídate mucho Danny Jones, no olvides dedicarme alguna canción del nuevo CD. Y deja a Emma, te mereces algo mejor.

Danny sonrió y dijo adiós con la mirada, la mirada más rota que nunca vi en esos preciosos ojos azules.